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viernes, 28 de enero de 2011

Maidanek

Hay veces que escribir es la única manera de vomitar la sensación que te deja el horror. Pero no algo adjetivado como horrible, sino el horror mismo, ese del que hablaba Marlon Brando en Apocalypse Now.
Esta es la sensación que me quedó después de visitar Maidanek, el campo de concentración nazi mejor conservado, a las afueras de Lublin, en Polonia.
Volvía a Madrid de una gira de conciertos en Varsovia, Lublin y Cracovia, en el 2005, y el último día me quedó libre para pasear con mi amable acompañante y traductora, Asia. No es lugar amable aquel para pasearse ocioso, pero la curiosidad y el destino me llevaron a recibir aquella lección sobre lo que puede hacer la humanidad en su estado más sombrío.


MAIDANEK
Solo escribirlo me produce terror.
Un pico de águila que desgarra cuerpos de veinte kilos.
El olor, huele a gemidos, a silencio de niños heridos.
Miradas de ojos de agua,
y una galería de zapatos de polvo, polvo de años vividos que se paran,
vidas congeladas, cada gesto no hecho, cada mirada cegada es una mota de polvo.
dos zapatos: una vida.

Galería de sombra, y serpientes que se rizan en el pelo.
Un rumor pesado, como un rulo de piedra tirado por hombres famélicos,
oprime entre las sienes.
¿Dónde estáis sombras?
¿Ya no dormís en vuestros catres de arena y hielo?

Los ladridos de los perros se clavaron en la carne como el alambre de espino.
Del espino cuelgan infinitos anhelos.
Barreras que no paran el viento.
Y torres, torres de estiércol, con vigías de piedra.
El viento. No pudo con las cenizas. Una mota: una vida.
Montañas de ceniza.

¿Donde estáis verdugos? ¿Para qué hijos querías construir un nuevo mundo?
¿Qué luz queríais ver sobre vuestras pilas de cadáveres?
Las chimeneas, sumideros de vidas,
no consiguieron quemar el sabor amargo de la barbarie,
que se pegaba en vuestras lenguas, en las sábanas y el pelo.

Aire, aire y cielo. Dame la mano, niña, y que nos vean todos,
los que están y los que no están,
los peces y los ciegos.
Así podré andar, andaremos juntos, y que aprendan,
Solo andaremos, y que nos vean todos.


Carlos Ramos Delgado
Entre Varsovia y Madrid, marzo de 2005

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